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Felipe V de España. Personalidad.


El noble francés Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon hizo una pequeña descripción generalizada del primer Rey de España23​ de la Casa de Borbón cuando era embajador de Francia en Madrid:

“Felipe V, Rey de España, posee un gran sentido de la rectitud, un gran fondo de equidad, es muy religioso, tiene un gran miedo al diablo, carece de vicios y no los permite en los que le rodean”

Sin embargo, la historiadora francesa Janine Fayard afirma:

“El despacho le aburría, no sabía divertirse y al final de su vida este aburrimiento le llevaría a sumirse en una inercia total, preso de una profunda melancolía patológica. Solo la guerra lo sacó por breves momentos de su apatía congénita, lo que le valió el sobrenombre de «animoso». Toda su vida estuvo dominada por sus familiares. Pronto aparecieron caricaturas alusivas. Una de ellas lo muestra guiado por el cardenal Portocarrero y el embajador de Francia, duque de Harcourt, con esta inscripción: «Anda, niño, anda porque el cardenal lo manda»”

En la misma línea que la historiadora francesa, el historiador Pedro Voltes destacó el deterioro mental de Felipe V durante su vida. Así relata una de las múltiples crisis que padeció:

“El príncipe Fernando fue admitido alguna que otra vez a la presencia de su padre, que se había recluido en El Pardo. Allí pudo captar con sus propios ojos los tragicómicos desatinos del soberano: se había empeñado en llevar siempre una camisa usada antes por la reina, porque temía que le envenenasen con una camisa; otras veces prescindía de esa prenda y andaba desnudo ante extraños; se pasaba días enteros en la cama en medio de la mayor suciedad, hacía muecas y se mordía a sí mismo, cantaba y gritaba desaforadamente, alguna vez pegó a la reina, con la cual se peleaba a voces y repitió tanto sus intentos de escaparse que fue preciso poner guardias en su puerta para evitarlo. Peor aún: en cierto momento en que pudo disponer de papel y pluma, compuso rápidamente una carta de abdicación y la mandó al presidente del Consejo de Castilla, supremo órgano de gobierno, para que reuniera a los consejeros y los enterase de que cedía la corona, al príncipe Fernando, su heredero. El presidente, arzobispo de Valencia, era adicto a la reina y entretuvo la carta hasta informar a ésta. Isabel Farnesio se espantó y encolerizó y mandó reforzar la vigilancia sobre su esposo.”

Una valoración parecida es la que realiza el también historiador Ricardo García Cárcel:

“Felipe V reinó dos veces. Hay ciertamente un primer Felipe, antes de 1724, que quiso ser rey... Pero tras la muerte de su hijo Luis, el Felipe V que vuelve a ejercer como rey ya no será el mismo. Kamen vio la abdicación no solo guiada por motivos religiosos —versión oficial—, sino producida por la incidencia de la enfermedad depresiva que se manifestaba ya de manera galopante. [...] El segundo Felipe es un rey, ante todo, consorte de su mujer, Isabel Farnesio, que usó con frecuencia la frase «el rey y yo», como emblema de una singular monarquía dual en la que quien tomaba las decisiones era la reina. El estado psicopatológico de Felipe a lo largo de estos años fue calamitoso —aunque la enfermedad viniera de lejos— y hay que valorar positivamente el cierto descaro de Kamen a la hora de romper con las pudorosas valoraciones de la psicología del rey por parte de la historiografía romántica, que siempre prefirió creer en un rey secuestrado en la alcoba por su mujer —como lo creía Macanaz— antes que un rey inhabilitado mentalmente para reinar” 

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