Obra de Cervantes
Novelas
Miguel de Cervantes cultivó, pero
a su original modo, los géneros narrativos habituales en la segunda mitad del
siglo XVI: la novela bizantina, la novela pastoril, la novela picaresca, la
novela morisca, la sátira lucianesca, la miscelánea. Renovó un género, la
novela, que se entendía entonces a la italiana como relato breve, exento de
retórica y de mayor trascendencia.
La Galatea
Portada de La Galatea (1585)
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La Galatea fue la primera
novela de Cervantes, en 1585. Forma parte del subgénero pastoril (una «égloga
en prosa» como define el autor), triunfante en el Renacimiento. Su primera
publicación apareció cuando tenía 38 años con el título de Primera parte de La
Galatea. Como en otras novelas del género (similar al de La Diana de Jorge de
Montemayor), los personajes son pastores idealizados que relatan sus cuitas y
expresan sus sentimientos en una naturaleza idílica (locus amoenus).
La Galatea se divide en seis
libros en los cuales se desarrollan una historia principal y cuatro secundarias
que comienzan en el amanecer y finalizan al anochecer, como en las églogas
tradicionales, pero de la misma manera que en los poemas bucólicos de Virgilio
cada pastor es en realidad una máscara que representa a un personaje verdadero.
Don Quijote de la Mancha
Primera edición del Quijote
(1605)
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Es la novela cumbre de la
literatura en lengua española. Su primera parte apareció en 1605 y obtuvo una
gran acogida pública. Pronto se tradujo a las principales lenguas europeas y es
una de las obras con más traducciones del mundo. En 1615 se publicó la segunda
parte.
En un principio, la pretensión de
Cervantes fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías,
satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por
leerlos, creyéndose caballero andante. Para Cervantes, el estilo de las novelas
de caballerías era pésimo, y las historias que contaba eran disparatadas. A
pesar de ello, a medida que iba avanzando el propósito inicial fue superado, y
llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el
comportamiento humano.
Es probable que Cervantes se
inspirara en el Entremés de los romances, en el que un labrador pierde el
juicio por su afición a los héroes del Romancero viejo.
Novelas ejemplares
Entre 1590 y 1612, Cervantes
escribió una serie de novelas cortas (pues el término novela se usaba en la
época en el mismo sentido que su étimo, el italiano novella, esto es, lo que
hoy llamamos novela corta o relato largo) que después acabaría reuniendo en
1613 en la colección de las Novelas ejemplares, dada la gran acogida que
obtuvo con la primera parte del Quijote. En un principio recibieron el nombre
de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento.
Dado que existen dos versiones de
Rinconete y Cortadillo y de El celoso extremeño, se piensa que
Cervantes introdujo en estas novelas algunas variaciones con propósitos
morales, sociales y estéticos (de ahí el nombre de «ejemplares»). La versión
más primitiva se encuentra en el llamado manuscrito de Porras de la Cámara, una
colección miscelánea de diversas obras literarias entre las cuales se encuentra
una novela habitualmente atribuida también a Cervantes, La tía fingida.
Por otra parte, algunas novelas cortas se hallan también insertas en el Quijote,
como «El curioso impertinente» o una «Historia del cautivo» que cuenta con
elementos autobiográficos. Además, se alude a otra novela ya compuesta, Rinconete
y Cortadillo.
Los trabajos de Persiles y
Sigismunda
Es la última obra de Cervantes.
Pertenece al subgénero de la novela bizantina. En ella escribió la dedicatoria
a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII conde de Lemos, el 19 de abril de
1616, cuatro días antes de fallecer, donde se despide de la vida citando estos
versos:
Puesto ya el pie en el estribo,
con ansias de la muerte,
gran señor, esta te escribo.
El autor ve claramente que le
queda poca vida y se despide de sus amigos, no se hace ilusiones. Sin embargo,
desea vivir y terminar obras que tiene en el magín, cuyo título escribe: Las
semanas del jardín, El famoso Bernardo y una segunda parte de La
Galatea. En el género de la novela bizantina, cuenta Cervantes, se atreve a
competir con el modelo del género, Heliodoro.
La novela, inspirada en la
crónica de Saxo Gramático y Olao Magno y en las fantasías del Jardín de
flores curiosas de Antonio de Torquemada, cuenta la peregrinación llevada a
cabo por Persiles y Sigismunda, dos príncipes nórdicos enamorados que se hacen
pasar por hermanos cambiándose los nombres por Periandro y Auristela. Separados
por todo tipo de peripecias, emprenden un viaje desde el norte de Europa hasta
Roma, pasando por España, con finalidad expiatoria antes de contraer
matrimonio. La obra es importante porque supone en el autor un cierto
distanciamiento de las fórmulas realistas que hasta el momento ha cultivado,
pues aparecen hechos tan peregrinos como que una mujer salte de un campanario
librándose de estrellarse gracias al paracaídas que forman sus faldas o que
haya personajes que adivinen el futuro. Los personajes principales aparecen
algo desvaídos y en realidad la obra está protagonizada por un grupo, en el que
se integran dos españoles abandonados en una isla desierta, Antonio y su hijo,
criado en la isla como una especie de bárbaro arquero en contacto con la
naturaleza. Los últimos pasajes del libro están poco limados, ya que el autor
falleció antes de corregirlos. La obra tuvo cierto éxito y se reimprimió varias
veces, pero fue olvidada en el siglo siguiente.
Poesía
Cervantes se afanó en ser poeta,
aunque llegó a dudar de su capacidad, como él mismo dijo antes de su muerte en
Viaje del Parnaso:
Yo que siempre trabajo y me desvelo / por parecer que tengo de poeta / la gracia que no quiso darme el cielo
Se han perdido o no se han
identificado casi todos los versos que no estaban incluidos en sus novelas o en
sus obras teatrales; aunque se le suele llamar inventor de los versos de cabo
roto, en realidad no fue él. Cervantes declara haber compuesto gran número de
romances, entre los cuales estimaba especialmente uno sobre los celos. En
efecto, hacia 1580 participó con otros grandes poetas contemporáneos como Lope
de Vega, Góngora o Quevedo en la imitación de los romances antiguos que dio
origen al Romancero nuevo, llamado así frente al tradicional y anónimo
Romancero viejo del siglo XV.
Inicia su obra poética con las
cuatro composiciones dedicadas a Exequias de la reina Isabel de Valois.
Otros poemas fueron: A Pedro Padilla, A la muerte de Fernando de
Herrera, A la Austriada de Juan Rufo. Como poeta sin embargo destaca en el
tono cómico y satírico, y sus obras maestras son los sonetos Un valentón de
espátula y greguesco y Al túmulo del rey Felipe II, del cual se hizo
famoso los últimos versos:
Caló el chapeo, requirió la espada, / miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
La Epístola a Mateo Vázquez
es una falsificación escrita por el erudito decimonónico Adolfo de Castro, como
asimismo lo es el folleto en prosa El buscapié, una vindicación del
Quijote escrita también por este erudito. Asentó algunas innovaciones en la
métrica, como la invención de la estrofa denominada ovillejo y el uso del
soneto con estrambote.
Viaje del Parnaso
El único poema narrativo extenso
de Cervantes es Viaje del Parnaso (1614) compuesto en tercetos
encadenados. En él alaba y critica a algunos poetas españoles. Se trata en
realidad de una adaptación, como dice el propio autor, del Viaggio di Parnaso
(1578) de Cesare Caporali di Perugia o Perugino. Narra en ocho capítulos el
viaje al monte Parnaso del propio autor a bordo de una galera dirigida por
Mercurio, en la que algunos poetas elogiados tratan de defenderlo frente a los
poetastros o malos poetas. Reunidos en el monte con Apolo, salen airosos de la
batalla y el protagonista regresa de nuevo a su hogar. La obra se completa con
la Adjunta al Parnaso, donde Pancracio de Roncesvalles entrega a Cervantes dos
epístolas de Apolo.
Teatro
Dadas sus penurias económicas, el
teatro fue la gran vocación de Cervantes, quien declaró haber escrito «veinte o
treinta comedias», de las cuales se conservan los títulos de diecisiete y los
textos de once, sin contar ocho entremeses y algunos otros atribuidos. Escribe
que cuando era mozo «se le iban los ojos» tras el carro de los comediantes y
que asistió a las austeras representaciones de Lope de Rueda. Sin embargo, su
éxito, que lo tuvo, pues sus obras se representaron «sin ofrenda de pepinos»,
como dice en el prólogo a sus Ocho comedias y ocho entremeses nunca
representados, fue efímero ante el exitazo de la nueva fórmula dramática de
Lope de Vega, más audaz y moderna que la suya, que hizo a los empresarios
desestimar las comedias cervantinas y preferir las de su rival. El teatro de
Cervantes poseía un fin moral, incluía personajes alegóricos y procuraba
someterse a las tres unidades aristotélicas de acción, tiempo y lugar, mientras
que el de Lope rompía con esas unidades y era moralmente más desvergonzado y
desenvuelto, así como mejor y más variadamente versificado. Cervantes nunca
pudo sobrellevar este fracaso y se mostró disgustado con el nuevo teatro
lopesco en la primera parte del Quijote, cuyo carácter teatral aparece
bien asentado a causa de la abundancia de diálogos y de situaciones de tipo
entremesil que entreverán la trama. Y es, en efecto, el entremés el género
dramático donde luce en todo su esplendor el genio dramático de Cervantes, de
forma que puede decirse que junto a Luis Quiñones de Benavente y Francisco de
Quevedo es Cervantes uno de los mejores autores del género, al que aportó una
mayor profundidad en los personajes, un humor inimitable y un mayor calado y
trascendencia en la temática. Que existía interconexión entre el mundo teatral
y el narrativo de Cervantes lo demuestra que, por ejemplo, el tema del entremés
de El viejo celoso aparezca en la novela ejemplar de El celoso
extremeño. Otras veces aparecen personajes sanchopancescos, como en el
entremés de la Elección de los alcaldes de Daganzo, donde el
protagonista es tan buen catador o «mojón» de vinos como Sancho. El barroco
tema de la apariencia y la realidad se muestra en El retablo de las
maravillas, donde se adapta el cuento medieval de don Juan Manuel (que
Cervantes conocía y había leído en una edición contemporánea) del rey desnudo y
se le da un contenido social. El juez de los divorcios tocaba también
biográficamente a Cervantes, y en él se llega a la conclusión de que «más vale
el peor concierto / que no el divorcio mejor». También poseen interés los
entremeses de El rufián viudo, La cueva de Salamanca, El
vizcaíno fingido y La guarda cuidadosa. Para sus entremeses adopta
Cervantes tanto la prosa como el verso y se le atribuyen algunos otros, como el
de Los habladores.
Folio inicial de la Comedia del
çerco de Numancia,
manuscrito 15 000 de la Biblioteca Nacional de España.
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Cervantes reunió sus obras no
representadas en Ocho comedias y ocho entremeses nunca representados;
además, se conservan otras obras en manuscrito: El trato de Argel, El
gallardo español, La gran sultana y Los baños de Argel.
Fuente: https://es.wikipedia.org/
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